lunes, 19 de marzo de 2012

Ver el cuerpo humano: como un pequeño universo

Pablo Huertas
El jugador del juego de la lógica
Una persona de 35 años habrá reparado a lo largo de su vida un número aproximado de lesiones en el ADN de 10 elevado a 21.

España / Ciberpasquinero / UGR

Una persona de 35 años de edad tiene de media 10 elevado a 13 ó 10.000.000.000.000 (diez billones) de células en su organismo. 
Un día normal en la vida de cualquiera de nosotros, habitantes de países desarrollados, cada célula sufre 20.000 daños en su ADN, debido a cuestiones del propio metabolismo celular o a factores ambientales. 
Algunas se regeneran y vuelven a su estado anterior, otras envejecen y otras enferman dando lugar a enfermedades degenerativas o al cáncer. 
En concreto, esa persona de 35 años habrá reparado a lo largo de su vida un número aproximado de lesiones en el ADN de 10 elevado a 21. 
El mismo número de estrellas que hay en el universo. Así le gusta a Pablo Huertas, doctor en Biología, ver el cuerpo humano: como un pequeño universo, complicado, que hay que descifrar.
Trabaja en el Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (CABIMER), un centro mixto de la Universidad de Sevilla, Universidad Pablo de Olavide, Servicio Andaluz de Salud (SAS) y Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). 

Datos personales
Tiene 36 años, es de Sevilla y dedica diez horas diarias a estudiar cuál es la mejor manera de arreglar el ADN, que se rompe de tanto usarlo, nos dice, y como podemos aplicar ese conocimiento a la medicina. 
Lo de dedicarse a la Genética no es que lo llevara en los genes, pero sí lo de ser científico. 
Su padre también es investigador, igual que su pareja, su hermana, su cuñado, la mayoría de sus amigos. 
Recuerda de su infancia los constantes viajes de su padre, las visitas a casa de los colegas extranjeros, los libros apilados. 
Eso formó su percepción de la figura de científico… aunque no es exactamente así ahora.  
“Casi no piso el laboratorio, me paso el día en el despacho escribiendo proyectos para que otros financien nuestras investigaciones”, afirma. 
Pablo Huertas lidera uno de los 19 grupos de investigación del CABIMER denominado “Reparación del ADN y enfermedades humanas”.

Comprometido
Huertas parece un científico comprometido. 
Se siente enormemente privilegiado por dedicarse a “hacer juegos de lógica, intentar responder preguntas… es como jugar, pero es un trabajo”, afirma, y piensa que es indispensable divulgar la ciencia.  
“Debe ser una tarea más entre mis tareas, pero lamentablemente no todos los científicos lo ven así”
De otro lado, cree que la ciencia debe tener un hueco importante en la financiación del Estado. 
“Debe ser algo estable que se acometa públicamente. La ciencia genera conocimiento y el conocimiento termina generando dinero. Es así de sencillo”, concluye.

Proyecto europeo
Este joven investigador vivió seis años en Inglaterra, investigando en la Universidad de Cambridge, donde formaba parte de un proyecto europeo. 
La propia Unión Europea ha reconocido su talento otorgándole un proyecto Starting Grant, uno de los más prestigiosos del mundo. 
En números supone casi un millón y medio de euros para investigar en Genética. “Maravilloso, pero no hay estabilidad, cuando se acaban estos fondos no se sabe si se podrá seguir investigando, y ése es el principal problema de la ciencia en España. 
"Estamos a la altura de otros países en lo relativo a talento, pero no tenemos el dinero”, argumenta con preocupación.

Gatacca
De la ciencia ficción, le marcó mucho Gatacca, película estadounidense que se estrenó en 1997. 
Cuenta la historia que ocurre en un mundo diferente, donde algunos hijos son formados mediante mecanismos de control genético para asegurar que nacen con los mejores rasgos hereditarios de sus padres. 
Una base de datos identifica quién ha nacido bajo ese método y quienes no. 
Los primeros son los “válidos”, los segundos los “inválidos”. 
“Es asombroso darte cuenta del paralelismo que tiene con la realidad. 
"Nuestro ADN es el que condiciona quiénes vamos a ser, qué vida vamos a tener, cuáles serán nuestras limitaciones y qué enfermedades padeceremos”, sentencia Huertas, quien confiesa que su sueño como científico es encontrar algo que contribuya significativamente a mejorar el tratamiento del cáncer.
“El cien por cien será imposible curar, porque depende de muchos factores técnicos, como el momento de la detección, pero sí se tratarán la mayoría”, dice convencido.

Es obstinado y muy creativo. 
No hay problema que le bloquee, siempre logra encontrar el camino. 
Esto le ayuda en su trabajo científico. 
Pero también es muy impaciente, algo que reconoce que va en su contra, porque puede llevarle a cometer errores. 
Le encanta leer, pasar tiempo con su pequeño Martín, de menos de un año, y –lo reconoce- es algo maniático. 
 ¿Quién si no clasifica los caramelos por colores antes de comérselos? 
 Pero, sin lugar a dudas, lo que más transmite Pablo sentado en el despacho de su centro de trabajo es valentía, compromiso y una apuesta clara por la ciencia como solución a muchos problemas. 
“Aunque hay otros que no se pueden solucionar con el método científico, como la intolerancia, la xenofobia, el individualismo”, aclara. 
Mientras aborrece esto último, se queda con la admiración hacia aquellos que son capaces de sobrepasar los límites de lo conocido. 
“Ya sea a nivel geográfico, como Cristobal Colón, o a nivel intelectual, como Newton o Darwin”.
Tomen bien nota de su nombre. 
Este investigador está llamado a hacer grandes cosas.
 

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