Los pequeños productores de maíz en Malawi están adoptando prácticas agronómicas sustentables que reducen el laboreo y ayudan a captar y conservar el agua de lluvia, con lo cual salvan su cosecha cuando el agua escasea.
Una tarde, a principios de marzo, por la carretera hacia Zomba, a unos 150 kilómetros al sur de Lilongwe, una tormenta se desata sobre los agostados y amarillentos maizales que se extienden más allá de las colinas circundantes. Un mes antes, esto habría sido una bendición para las plantas, que estaban ávidas de agua a causa de otra de las prolongadas sequías que ocurren en la región. Ahora muchas de ellas están marchitas y nada se puede hacer para salvarlas.
Los agricultores del sur de Malawi perderán un 30% o más de su cosecha por el clima seco en este año, 2012, según el experto en extensión agrícola Mphatso Gama. "Ciertamente, siempre tenemos problemas con la lluvia aquí”, afirma, “pero este ha sido el peor año desde que yo recuerdo.” El grano de maíz constituye el principal alimento de los malawianos. Muchas familias campesinas del sur podrían dentro de poco tener que enfrentar una prolongada “temporada de hambre”: el periodo que transcurre hasta la siguiente temporada de cosecha de maíz, después de que les agote la última reserva de grano de la cosecha del año anterior.
La esperanza muere al último
Algunas personas escaparán del hambre, entre ellos más de 400 agricultores y sus familias, en la localidad de Lemu en Balaka Township, al sur de Malawi. Hace más de seis años que comenzaron a practicar la agricultura de conservación, que consiste en una serie de prácticas que incluyen eliminar los sistemas tradicionales de labranza de camellón o lomo y surco, dejar los rastrojos en el suelo y rotar o intercalar maíz con otros cultivos. Durante mucho tiempo, los especialistas en agricultura de conservación han proclamado las virtudes de dichas prácticas: ahorro en mano de obra y costos, mejoras en la estructura y fertilidad del suelo, mayor infiltración y retención de agua, menos erosión o emisiones de gases de invernadero. La agricultura de conservación la practican extensamente agricultores de Estados Unidos, Canadá, Australia y el Cono Sur, en Sudamérica.
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Daimoniz Miondo es uno de los 800 agricultores en Chipeni, Área de Planificación de Extensión de Mvera,distrito de Dowa, Malawi, que adoptó las prácticas de la agricultura de conservación en años recientes. “Mi cosecha es de entre 30 yd 40 sacos de maíz ahora por hectárea, donde antes solía ser de únicamente 15 o 20 sacos”, afirma Miondo, quien siembra para mantener una familia de siete integrantes. “Antes de la agricultura de conservación, había mucha erosión, la lluvia se llevaba el fertilizante y esto afectaba los rendimientos.” Foto: Trevor Samson/CIMMYT |
Para los pequeños agricultores en lugares como Malawi, donde el maíz subsiste con el agua de lluvia solamente, los beneficios de la agricultura de conservación son muchísimo más notorios durante las sequías. Luego, los residuos, los huecos dejados por las raíces y las lombrices captan y encauzan el agua de lluvia, y la evaporación es lenta. "El maíz de las parcelas donde se aplican prácticas convencionales estaba marchitándose este año, por la sequía”, dijo un grupo de agricultores de Lemu que se reunieron para hablar de sus prácticas en el campo. "En los sembradíos donde usamos agricultura de conservación no hay ningún problema."
"En esta zona solo recibimos un promedio de 200-400 milímetros de lluvia por año”, reporta Gama. Que alcanza apenas para que el maíz crezca. "La población es densa y el promedio de la superficie de las granjas particulares, de menos de media hectárea, proporciona sustento para una familia de cinco miembros”, agrega Gama. Los agricultores siembran cacahuate (maní), papa, algodón y yuca, al igual que maíz, y crían gallinas y cabras.
"Comenzamos (agricultura de conservación) con seis agricultores en 2005-2006 y ayuda financiera y capacitación del CIMMYT." En el ciclo de cultivo de 2011-2012, en casi 20% del área 2,200 agricultores habían adoptado las prácticas. Según Gama, a muchos más les gustaría adoptarlas, pero la actual ausencia de divisas en el país para hacer importaciones ha limitado el acceso a fertilizantes o herbicidas, necesario este último para acabar con las malas hierbas.
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“Mi esposo murió en 1994, pero no me quejo porque la agricultura de conservación está haciendo el trabajo que mi esposo hubiera hecho”, dice Belita Maleko, del área de planificación de extensión de Mwansambo, zona de Nkhotakota, Malawi central. Crédito: Trevor Samson/CIMMYT |
Ahorros de laboreo y más para el sustento Belita Maleko, productora a pequeña escala de maíz y otros cultivos en el área de planeación de extensión de Mwansambo, distrito de Nkhotakota, de Malawi central, enviudó hace 17 años, pero ha seguido sembrando con ayuda de su familia. Cuando recibió la invitación de funcionarios de extensión del gobierno y de la ONG Total LandCare (
TLC) para utilizar la AC, ella aceptó y la aplicó en sus parcelas para que sus vecinos pudieran apreciar sus beneficios, en 2006.
En Malawi hay pocos animales de tiro y las labores tradicionales para sembrar maíz incluyen hasta 160,000 azadas por hectárea. Parecía extraño y hasta algo injusto para sus vecinos cuando Maleko dejó de sembrar con azadón y empezó a dejar las hojas y los tallos del cultivo anterior en la superficie del terreno. "Algunos me preguntaban '¿cómo puedes hacer esto?'", recuerda Maleko. "Otros especulaban con que yo estaba deteriorando el suelo…algunas personas pensaban que estaba loca, pero yo les contestaba ‘No, no estoy loca, sé lo que estoy haciendo.'"
Los agricultores necesitan con urgencia estas nuevas prácticas para atender los problemas que se avecinan, según John Chisui, gerente de zona y especialista en uso del suelo de Total LandCare. "El cambio climático ha desempeñado un papel (en la aceptación por parte de los agricultores)", nos explica. "La gente puede ver que, con agricultura de conservación, los cultivos tendrán mejor comportamiento, en comparación con la agricultura convencional."
Con oficinas en el Ministerio de Agricultura y con apoyo de la FAO, el Grupo de Trabajo Nacional de Agricultura de Conservación de Malawi ahora se alinea con las iniciativas de extensión, investigación y mensajes por celular de la agricultura de conservación. Dado que las prácticas son complejas y se requieren muchos conocimientos, resulta fundamental coordinar las actividades de extensión. A este respecto, Gama elogia la cooperación de TLC con los servicios de extensión del gobierno, y dice que gracias a ello los impactos que han generado todas las partes han aumentado de manera considerable. "En promedio, hay un solo agente de extensión por cada 2,000 agricultores en Malawi", enfatiza. "TLC y el los servicios de extensión del gobierno elaboran planes y trabajan conjuntamente como parte de la estrategia nacional en materia de agricultura."
Malawi cuenta con las características para practicar la agricultura de conservación, según Christian Thierfelder, agrónomo especialista en sistemas de producción del CIMMYT en el sur de África. "Pocos agricultores tienen ganado y por tanto los rastrojos se pueden dejar en el terreno en lugar de dárselos a los animales”, opina. "Hay mercados para la producción y por lo general hay herbicidas comerciales. Hay excelentes servicios de extensión, sobre todo si pensamos en TLC." Para ayudar a preservar el suelo y contribuir a elevar la seguridad alimentaria, Thierfelder y especialistas malawianos han promovido la rotación de maíz-leguminosas de grano. "Hemos estado trabajando con caupí (frijol chino) o soya, por ejemplo, y los agricultores están especialmente motivados con la rotación de maíz-cacahuate (maní)." Este trabajo está relacionado con y es reforzado por un proyecto que coordina el CIMMYT destinado a la intensificación sustentable de los sistemas de producción maíz-leguminosas (
SIMLESA) en África oriental y África austral.
A Maleko la agricultura de conservación le parece una bendición porque ha ayudado a quienes la practican a pagar colegiaturas y lograr mejoras en su finca. "No puedo dejar de practicar la agricultura de conservación, por los beneficios que me está rindiendo”, asegura. “Me queda tiempo suficiente para sembrar otros cultivos. Estoy muy contenta porque, con las ganancias, construí otra casa. Ya ni siquiera me quejo por ser viuda. Si no hubiera sido por esto, no habría podido mandar a mis hijos a la escuela. Las mujeres casadas vienen a mi casa, a pedir comida. Soy una mujer feliz. "
Para más información: Christian Thierfelder, agrónomo especialista en sistemas de producción ( c.thierfelder@cgiar.org)